Por María Eugenia Marengo para CDM

Este 25 de abril se cumplieron tres años de la aparición del cuerpo sin vida de Cecilia Basaldúa en Capilla del Monte. Tres años donde la justicia sólo entorpeció la investigación y llevó un inocente a la cárcel. En una multitudinaria marcha, sus familiares, abogadas, vecinxs y organizaciones que acompañan la causa, encendieron su memoria en un conmovedor pedido de justicia.

Los últimos carteles sobre el banco rojo del Jardín de la Memoria de la Plaza San Martín, se los llevan unas señoras que acaban de llegar. Casi son las cinco y en Capilla del Monte el rostro de Cecilia se multiplica. -¿Sabés quién tiene los parches? -pregunta alguien- traje aguja para coserlo en la remera. De repente se acercan tres compañeras con una pila de telitas que tienen estampadas la cara de Cecilia, así con el borde negro lleno de flores. En las mochilas, carteras, remeras, atrás y adelante, en los carteles que se levantan alto. Cecilia se multiplica.

El cielo de abril apretado en las manos. Hace calor y las hojas se siguen cayendo: “queremos la verdad y la justicia sobre lo que pasó con Cecilia”, dice Susana Reyes frente a una multitud. Las copleras apagaron su canto y la voz de la familia empuja al silencio que embiste a la Municipalidad: “Fabricio nos recibió en su momento, estuvo con nosotros, ahora pasa el tiempo y me doy cuenta que hizo poco, por no decir, nada”.

¿Dónde están los asesinos? Se estampa en la pared del municipio. Daniel sigue, pensando en el intendente -Fabricio Díaz- “sé que estuvo cuando apareció el cuerpo de Cecilia”, y le pide que por favor diga la verdad.

A un costado Lucas Bustos y toda su familia escuchan. Después de haber estado dos años privado de su libertad en la cárcel de Cruz del Eje por un crimen que no cometió, hoy levanta la bandera por Cecilia. “Hay que llegar a la verdad”, dice bajito Susana Villareal, su mamá. “No tengo ninguna duda de que la policía de Capilla del Monte fue una de las principales involucradas en la desaparición de Cecilia”, manifiesta Daniel y enfatiza en los dos años que se perdieron de investigación, “logramos que a Bustos se lo dejara libre, porque no tenía nada que ver, una causa armada por la fiscal Paula Kelm. Desde un principio lo supimos, nunca nos tuvieron en cuenta”.

La ronda abierta es un asedio a la justicia que falta. Fue en septiembre del 2022, cuando el Fiscal Sergio Cuello -quién pidió, sin tener pruebas, la perpetua para Bustos-, presentó un recurso de casación al Tribunal Superior de Justicia, contra la sentencia que lo absolvió. “Pese a eso, -explica desde el megáfono la abogada Giselle Videla- logramos que se determine una nueva Fiscalía en Cruz del Eje para continuar esta investigación. Después de seis meses no vemos una celeridad ni una intención real de investigación”.

Cada palabra es un tajo abierto en el cemento, una cicatriz que crece en medio de la incertidumbre. ¿Qué pasó con Cecilia? Tal es el encubrimiento que las responsabilidades se hacen evidentes. “Reclamamos -una vez más- que la Fiscalía a cargo de la investigación realmente proceda a evaluar y a llevar adelante todos los elementos probatorios que quedaron pendientes, porque recuerden que cuando se elevó la causa juicio, de un día para el otro, quedaban testimoniales por tomar, elementos probatorios recolectados en la casa de Mario Gabriel Mainardi. Pedimos que se tome la línea de investigación que está planteando esta querella desde un principio”, continúa Giselle.

Justicia. Eso se exige. De tanto nombrarla parece un cliché, una idea demasiado repetida. Hace 3 años que se reclama, pero los mecanismos que le dan forma a esta justicia, van por otro lado: Les pido que hablen, dice Daniel. Qué no tengan miedo, insiste Susana, que por favor si alguien sabe algo de lo que pasó con Cecilia en sus últimos días, lo comparta, pide Giselle.

El conjuro y la memoria ancestral

Llegar a la comisaría es nombrar lo que siempre llega al mismo lugar: complicidad. Cintia Ritcher abraza con las palabras. Es integrante del Movimiento Plurinacional disidente y feminista de Capilla del Monte. Hoy se para de espaladas a la comisaría, sabe que Cecilia nos convoca, que su memoria es la evidencia de lo que se llama patriarcado. Por eso, va un poco más allá de las cicatrices que carga la comunidad, “nuestras ancestras en este territorio nos invitan a recibir su llamado y a recuperar ese saber, porque eran mujeres guerreras y valientes, que también tuvieron que sufrir la injusticia de este mundo. La muerte injusta por el sólo hecho de ser mujeres”, dice con la convicción de que en ese conjuro hay una pulseada ganada en la tierra: “Tenemos presentes nuestros calderos donde vamos a desconjurar toda esta mierda que nos hace tener que llorar a una de nosotras”.

Abajo, en la superficie del asfalto dos calderos se encienden, humean, se escuchan las palabras grabadas desde algún punto del Abya Yala, de Lolita Chávez, lideresa maya de los pueblos K’iche de Guatemala. Los yuyos comienzan a perfumar lo que no se puede detener. Cada rama seca que se enciende se hace una intención, un pájaro que se dispara, restos de días que se van, el inicio de un mundo que se conjura en todos los tiempos.

La ciudad aún no prende sus luces. “Vamos a invitarles a compartir sus magias -sigue Cinitia- para quienes esperan que tengamos miedo y nos quedemos en silencio puedan recibir todo nuestro poder. Les conjuremos entre todas y todos este momento, esta memoria, este día de recuerdo porque Nunca Más en Capilla del Monte el 25 de abril, va a ser un día más”.

Gilda Morales, una madre protectora de Córdoba, ve en la fuerza de Susana, la valentía que deberían tener todxs. “Un crimen tan atroz tiene necesariamente testigos y gente que sabe. Hay formas de elevar la información sin visibilizarse, si lo que sienten es miedo. El crimen perfecto no existe sin el silenciamiento y esperamos que el Estado cubra lugares que nosotras no podemos subsanar”.

Una historia que es presente. Tan presente que se universaliza. El inacceso a una justicia que se jacta, una y otra vez, de marcar distancia. De lejos queda el caldero caliente y el humo que abre el cielo, una memoria que se desprende, la vida que cambia de idioma y brota debajo de la piel.

Las calles que florecen

Los tambores, los bombos, las bocas, todas, se prenden de la música que vibra en las calles hechas ríos. Lucas no duda en sostener la bandera. Su familia tampoco. La ciudad se confiesa, el público encuentra las velas que hablan un idioma que espanta a la muerte.

Como en cada movilización, la calle más céntrica de Capilla oficia de anfiteatro. “La techada”, es como un túnel que proyecta las voces en una performance que conmueve:

– Cecilia, ¿qué necesitás?

-Que se inicie una nueva investigación- gritan sobre el final todas las compañeras que lo interpretan.

-Verdad y Justicia. No nos callamos más. ¡Vivas nos queremos!

La boca de la ronda se vuelve a abrir y desde las escaleras de la oficina de Turismo de Capilla del Monte, otro escenario invita a lxs artistas. Se hace de noche, la poesía y los escritos de Cecilia se intercalan con las bandas que acompañan con la música y el compromiso. Daniel y Susana se despiden. La calle despejada, el cielo callado y una media luna cuelga por arriba de la guirnalda de foquitos de todas las noches del mundo que te nombran. 3 años y la calle -una vez más- habita lo que siempre será.  

*Fotos: Euge Marengo