*Por María Fernanda Espejo

“12 Historias que no deberían existir”, es el último libro de Nazareno Roviello y nos trae narrativas atravesadas por violencias estatales, desigualdades y pobreza. Son historias que pueden viajar en el tiempo y reflejarse a lo largo de Latinoamérica. 

Nazareno Roviello  es períodista de investigación especializado en terrorismo estatal y análisis político.Escritor y autor de «Mi vida con él» y Activista por los derechos humanos. Su nuevo libro  se presentará en la ciudad de Córdoba junto al escritor  Alexis Oliva con su reciente libro “La violencia nació conmigo”el día 17 de noviembre a las 18 hs. en La Casa de Pepino.

Compartimos el diálogo y entrevista con Nazareno sobre   “12 Historias que no deberían existir”. La  lectura  permite imaginarse cada territorio, con una descripción minuciosa que trae olores y un diálogo que permiten escuchar esas voces protagónicas llenas de miedo, indignación y lucha.  Eriza la piel la artesanía que logra Nazareno al aunar las historias vivenciadas por distintos personajes (reales) que pueden reconocerse en las injusticias más allá de las épocas y de las trayectorias particulares. 

1 2 historias que no deberían existir, de las cuales 8 las protagonizan diferentes personajes, en distintos territorios y en distintas épocas históricas ¿Cómo llegaste a reconstruir estas narrativas? ¿Cómo te atraviesan aquellas historias?

A cada historia arribo de diferentes maneras. Algunas me las contaron sus protagonistas mano a mano, por lo general en un acto de necesitar transmitir un dolor que les quemaba el alma, que no les dejaba avanzar en su vida. En esa misma práctica me pareció que escribir su historia era una manera de exorcizar y dejar ir un poco al dolor. Estás personas leyeron sus historias y por suerte lo sintieron así. Con otras historias me encontré por casualidad porque estaba en alguna cena íntima y contaron alguna vivencia que ya en esa búsqueda que tenía de algunas historias, sentía que era necesario agregarlas a esta recapitulación de hechos. Otras historias son hechos históricos que quise reversionar y contar a mi manera porque simplemente quería aportar a seguir dando a conocer hechos, que espero, desde la subjetividad, interpelen a más personas que quizás muchas veces no quieren o no pueden leer investigaciones de datos duros. No es un libro pretencioso, solo intenta contar historias. Esas historias más allá de las que me involucran, me atraviesan porque son cosas que suceden todos los días y que como sociedad no podemos cambiar. A pesar de que el nivel de dolor, de violencia, de padecimiento no para de crecer, las historias se siguen repitiendo. Esas historias son un lugar cotidiano que estamos obligados a vivir y a la vez donde elegimos pararnos para seguir gritando que existimos y que no nos damos por vencidos.

Son historias que pueden parecer ficción, pero son reales y como si no fuera poco Nazareno se cuela como protagonista tensionando los lugares y el quehacer del periodista. 

«Nada podría ser más parecido al pasado» lo decís en tu libro relatando una historia presente con condimentos/emociones vividos en Nuestramérica en épocas de dictadura pero esta vez, vos sos protagonista. ¿Por qué tu testimonio entre las otras historias? 

Cuando estaba terminando el libro, cometí el error de pensar que estaría bueno contar parte de lo que me había pasado en Chile. Habían pasado dos años ya y creía que después de mucha terapia estaba listo para hablar. Había expuesto la vida de los demás, aunque sin nombres y supuse justo exponerme a mí también. No sabía que escribir pagina a pagina al comienzo me iba a dar mucha ansiedad, darme cuenta que todavía no estaba listo, pero que sin embargo brotaba cada letra cual gota de sangre de una herida que nunca me va a dejar de doler pero que intentaba curar en cada página. Desde ese lugar y permitirme a mi mismo, en mi propio libro contar mi historia, tenía la necesidad de decir muchas cosas. Para mi fue un antes y un después en una vida llena de violencia donde alcancé todos mis límites humanos y profesionales. Después de eso dije: no puedo más. Y seguí obvio, pero todo fue distinto. Con errores y aciertos mi parte de la historia tenía que ser contada. Es muy injusto también sufrir tanto. Justamente con Chile necesité comunicar a la gente en redes sociales que era un ser humano y que estaba mal. A partir de que me mostré vulnerable también cambió mi relación con el público. Nunca quise que me vean como Rambo, nunca lo fui, nunca lo seré. Esa historia es una confesión final de todo lo que sufrí como periodista y cómo a pesar de todo nos seguimos levantando por la gente que más sufre. 

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El control, la persecución, la criminalización es la respuesta que tienen los gobiernos en mayor o menor medida para abordar las problemáticas que atraviesan a lxs pibxs que forman parte de los sectores de la pobreza. Se puede reconstruir una línea histórica de cómo los Estados latinoamericanos fueron cambiando las miradas sobre las niñeces y juventudes condicionados por Convenciones, legislaciones internacionales y locales. Sigue siendo una deuda. Los nombres de las instituciones cambian, se reconfiguran, se amoldan para el cumplimiento de nuevos paradigmas y por el control de los organismos internacionales pero lo cierto es que detrás de aquellos nombres las lógicas de intervención siguen siendo las mismas. Las políticas públicas siguen interviniendo bajo la óptica de la  peligrosidad, riesgo y desviación recayendo en incapacidades y responsabilidades individuales, no así en la reparación de las desigualdades históricas producidas por el Estado. SENAF en Argentina, SENAME en Chile. 

Chile deja una marca importante en la vida de Nazareno, teniendo en cuenta las investigaciones que venís haciendo en Argentina sobre lxs pibxs en conflicto con la ley penal, sobre las condiciones las condiciones de las cárceles, etc. ¿Cómo te resuena que en plena conflictividad chilena, la primera línea sean pibxs del Sename?

Es un tema muy sensible para mí, apenas me enteré que la primera línea estaba conformada por chicos del Sename ví en en ello el resultado de la muerte en vida.

El constante mensaje de que esos chicos no tenían nada que perder porque su vida fue un infierno y querían dejarle algo mejor a sus familias, al futuro de Chile. Les habían robado todo y hasta el día de hoy me parece que no se les da el lugar o el reconocimiento que merecen. La clase media y todo el mundo pudo protestar gracias a ellos. Hay una cuestión de clase, de racialidad muy marcada. Los más pobres, los más marginados del sistema, los más perseguidos por la política y el sistema penal, pero también los más ninguneados en los círculos progresistas y académicos. Lamentablemente me reconozco en esos niños y a veces uno no deja de seguir un cliché. De haber pasado por muchas cosas en mi infancia uno terminó luchando para que otros sufran menos. Casi sin querer me fui especializando y estudiando lo que pasaba con el Sename y que tanto esfuerzo hizo el Estado chileno por ocultar. Siento que a ellos les debo algo. Que a la gente de la pobla le debo. Siempre dije lo mismo, el poder te sirve para evitar caer en cana, pero sí efectivamente caes, el que te salva es el rancho. Los que te dan de comer son tu rancho. A toda la barriada yo la siento mi rancho. Y cuando estoy partido y muerto de miedo, aunque a veces ni los conozca ni hable, ellos y su coraje me sostienen. 

-¿Qué impactos tiene Chile en tu modo de militar la comunicación?

No sé sí tiene un impacto particular porque desde antes ya me dedicaba a la investigación. Creo que me presionó y me puso en un lugar donde me sentí muy presionado por lograr algo y acompañar un proceso. Cómo que después de la detención le debía al pueblo mi mejor versión porque también fueron parte de lo que me sacó del aeropuerto. No milito la comunicación, milito el periodismo, los datos. La comunicación la hace cualquiera y está muy sobrevalorada, es más parte del problema que de la solución. En la parte más íntima por momentos Chile me obligó aún más a cuidar mi lenguaje, afinar mi pluma, cuidarme la espalda. Escribir e investigar como sí cada nota fuese una sentencia de cárcel.

Pero en esas situaciones donde todo es horror no queda otra que la investigación. Es la manera de hacer justicia, verdad y memoria, sea con muchísima suerte en el momento o con todo el dolor y desgracia a futuro. Pero es parte de la respuesta que encontró la sociedad siempre. Relatar, recopilar y luchar con nuestra verdad hasta que se acabe la impunidad. 

La militancia de DDHH tiene todo para aprender y todos los desafíos del mundo. A pesar de ser un país icónico por el juicio a la juntas y todo lo relacionado con los delitos de lesa humanidad hasta el año 1983, somos un país que todavía no está de acuerdo en los mínimos. Hay gente que cree que está bien matar por la espalda y que la policía vaya matando gente racializada en cada barrio del país. Pero eso también pasa porque su militancia es muy amplia y está el campo popular independiente, los de izquierda y los peronistas.  Los sectores partidarios, con sus recetas y maniobras, más o menos burocráticas y agresivas para aparatear causas, consignas y banderas. Muchos sectores debido a su pertenencia y dependencia aberrante a la verticalidad no pueden denunciar ni ser libres en sus redes sociales o no pueden ir encolumnados a muchas marchas sí no llama a marchar la dirigencia. Se defiende a un muerto sí no afecta el partido, sí justo hay un político del partido involucrado que la pachamama salve a la familia porque el Estado va a hacer lo imposible por quebrarla. 

Todo esto aunque suene ridículamente fuerte y desagradable, tiene respuestas y preguntas concretas. ¿Porque la militancia y los cuadros peronistas no miran a los familiares víctimas de gatillos fácil a los ojos? ¿Por qué construyen sin las familias? ¿Por qué le dicen violencia estatal en lugar de represión estatal? justamente quitando la responsabilidad política. Parte del campo popular nos abandona y nos deja solos siempre y los familiares lo pagan con su vida, con el dolor.

Por otro lado, sea por egos, gente vieja o lo que sea, falta unidad y un pasamano donde los jóvenes se formen y reemplacen a los cuadros. Vivimos esperando la aparición de Norita Cortiñas, una señora de 92 años para que nos guíe y hable. En algún momento esas personas no van a estar y me parece que los derechos humanos en su comprensión más amplia todavía no encontraron su garantía mínima. Los jóvenes tenemos una responsabilidad enorme de seguir luchando por la verdad, la memoria y la justicia. Para que no crezca la derecha, somos nosotros, los jóvenes los que tenemos que tener el coraje de decir, el número de 30mil, es un simbolismo importantísimo para la sociedad que fue forjado en un contexto. Pero hasta que no entreguen el último archivo, se haga la última investigación y se cave el último pozo, nunca tendremos una verdad completa y seguramente jamás la tengamos porque así funciona la maquinaria del horror. Pero justamente, no es discutir simbolismos, sino decir con datos, que al día de hoy, Estados Unidos sigue sin dar toda la información, la iglesia sigue sin entregar sus archivos y el Estado argentino sigue sin dar explicaciones de dónde está Gustavo Cortiñas.

Me puedo equivocar en todo lo que digo, pero de cualquier manera, la respuesta a todo, es seguir luchando.

Fotos: Guadalupe Scotta