El gobierno de Milei ataca al CONICET y a la Universidad Pública como foco de la agresión general a la producción de conocimiento. Estigmatizaciones impulsadas desde el poder ejecutivo buscan justificar el ajuste y hasta su posible privatización o cierre. A las disputas habituales de esos espacios, se suman nuevas. Brotan resistencias, estas surgen y crecen tanto en la lucha callejera como en el desarrollo de investigaciones. Sobre algo de esto, las próximas líneas comparten algunas reflexiones iniciales.  

*Por Mariano Roman Schejter

Ajustes en la educación y en ciencia y técnica

El gobierno nacional de Milei – Villarroel de La Libertad Avanza tiene puesto un fuerte foco en lo que denominan la “batalla cultural”. En este sentido, una de las peleas más fuertes que están dando es contra las universidades nacionales públicas y el organismo de ciencia y técnica más importante del país: el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). El ataque frontal a estas instituciones no tiene parangón en las últimas décadas de gobiernos democráticos. 

En relación al CONICET el desprecio comenzó con la misma elección de su presidente. Luego de unos 20 días de incertidumbre, sin terminar de definir un nombre, se designó mediante el Decreto Nº 102/2023 a Daniel Salamone quien es médico veterinario, estudioso de temas relacionados a la clonación (guiño para Conan).  Su nombramiento no despejó temores. Milei en campaña había prometido cerrar el prestigioso organismo fundado en 1958 y que cuenta, además de con una rica historia de investigaciones y producción de conocimientos, con más 300 institutos y centros científicos tecnológicos. En estos trabajan 1600 personas en tareas administrativas y técnicas, más de 12000 investigan dentro de la “carrera de investigador”, más de 3000 se ocupan de tareas “de apoyo” y casi 11000 personas están becadas para abordar múltiples temáticas. Milei, antes de ser elegido presidente, había afirmado: “Eso (por el CONICET) que quede en manos del sector privado”.

Al asumir, en diciembre del 2023, se estableció que el presupuesto 2024 para el organismo sería el mismo que el año anterior. Esto hace que se licue fuertemente el peso real del monto por medio de la inflación. Teniendo en cuenta el Índice de Precios del Consumidor (IPC) del INDEC, solo en el primer trimestre del año en curso ya existe un registro del 65%. Esto obviamente hace imposible mantener la normalidad de la vida institucional. El Directorio del Conicet ya se expresó en rechazo a este ajuste y a los despidos. Incluso este ataque a la ciencia y técnica argentina también tuvo rechazo internacional. Una carta firmada por 68 “Premios Nobel”, manifiesta su preocupación por “la eliminación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, el despido de empleados administrativos del CONICET y de otros institutos en todo el país, y la rescisión anticipada de muchos contratos”.

Situación similar se está dando en el ámbito universitario. El gobierno nacional también decidió congelar el presupuesto anual de las 60 universidades nacionales y repetir el de 2023. De esta forma ninguna universidad pública podría continuar funcionando en el segundo semestre. Incluso, algunas se encuentran aún más complicadas. El final de la ficción de la película “Púan” parece ser una suerte de posible lamentable vaticinio. Situaciones límites se vivencian a lo largo y ancho del país. Por ejemplo, la Universidad Nacional de Río Negro se declaró la Emergencia Económica Financiera en marzo ya que no puede afrontar los gastos básicos de funcionamiento (como compra de insumos para desarrollo de laboratorios, alquileres o becas propias). Este es solo un caso. Circunstancias similares ya se han dado en otras instituciones. 

Frente a la gravedad de los acontecimientos, el 23 de abril se realizó una masiva marcha federal universitaria convocada por el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) junto al Frente Sindical de Universidades Nacionales y a la Federación Universitaria Argentina (FUA). La gran movilización fue contundente y utilizando una metáfora belicista (muy usada por estos días), parece que “la bala entró”. El Ministerio de Capital Humano tuvo que dar alguna respuesta y anunció un aumento del 70% para gastos de funcionamiento. Esta noticia que fingió ser algo relativamente lógico, en realidad representa apenas un 5% del presupuesto prorrogado total de las universidades. Una nota de La Nación así lo expresa contundentemente: “Aun con el aumento anunciado por el Gobierno, el presupuesto para las universidades sería el más bajo desde que se tiene registro”. Unos días después, salió a la luz que ese aumento podría ser mayor solo en la Universidad de Buenos Aires (UBA) lo que forzó un nuevo posicionamiento crítico del CIN. 

Recién luego de un sinfín de presiones y tensiones y una nueva reunión del día 27 de mayo, el Consejo expresó públicamente que “se comienzan a atender los reclamos que sostenemos desde principio de año” con el reajuste del 270% de aumento para gastos de funcionamiento de todas las universidades nacionales (medida que en un comienzo solo se había anunciado para la UBA) y el establecimiento de mesas de trabajo en múltiples temáticas.

Para complementar un tercer elemento en esta ofensiva de la batalla cultural del gobierno nacional contra el CONICET y las universidades podemos mencionar otro golpe: el nombramiento de la diputada Lilia Lemoine como secretaria 1° de la Comisión de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Cámara de Diputados. Basta recordar que este personaje tiene un video del año  2019 en el cual defiende teorías que no tienen sustento científico como el terraplanismo y que ninguna persona realmente “llegó a la Luna”. La provocación es contundente. 

Estigmatizaciones y lucha: por el ano de Batman a defender el CONICET

La masividad de la movilización del 23 de abril recuerda que el sentido común valora la educación pública y por lo tanto, más allá de infinidad de críticas, la sigue reconociendo como una conquista social a defender. Por eso, como parte de la batalla cultural y como base para poder avanzar con el ajuste, el gobierno nacional requiere fomentar la estigmatización. Esto lo promovió vía “trolleo” y difusión en grandes medios de comunicación afines (o sea, casi todos los medios de comunicación más masivos). 

En relación al CONICET, se desarrolló un ataque sin precedentes y que comenzó hace ya algunos años. Como botón de muestra podemos citar a la cuenta de la red social X llamada “Pregonero” (de más de 150mil seguidores) que el 30 octubre 2022 publicó: “20 años de agrandar el CHORICET, probablemente pusimos entre 5 y 8 mil millones de dólares.  Lograron millones de papers del rey leon y un barbijo tercerizado.  El potencial económico es la cuenta sueldo de Sandra y otros 20 sanguijuelas que lo habitan.  A LAVAR LOS PLATOS.”. Esta no es una excepción ni una rareza sino un caso entre otros tantos, un mero botón de muestra. El bombardeo fue y es constante. Evidentemente tienen claro que no pueden realizar un fuerte ajuste si no convencen a millones de personas de que en el organismo “se tira la plata”.  

El caso más emblemático de información falsa y estigmatización del trabajo que se realiza en el CONICET quizás fue el que sufrió Facundo Saxe. Tanto en 2019 – 2020 como en 2023 -2024 este investigador adjunto del organismo fue centro de los ataques en pos de “demostrar” que estudiaba cuestiones sin ningún sentido social relevante. En su caso se lo buscó injuriar catalogándole como el que estudiaba sobre el “ano de Batman”. Esto fue así difundido desvirtuando su investigación cuya producción tiene aportes de ponencias y artículos como “Memoria queer e historieta anal: cuando el cómic nos abre el culo (y nos gusta)” y “El ano y la cava de Batman, apuntes para una investigación sobre archivos de odio y borramientos de la disidencia sexo-genérica”. El discurso que se intentó imponer fue: tenemos tantas necesidades profundas y urgentes y en esto se va la plata del Estado. Algo así como “los chicos de Chaco tienen hambre porque bancamos a un “trolo” que pierde el tiempo viendo historietas”.   

Si bien la calumnia es poco sustentable en términos de argumentación profunda tiene  su efecto. Y a veces, no basta con aclarar en múltiples espacios mediáticos que Saxe es Doctor en Letras y Profesor en Letras y que su tema es relevante porque aborda “Disidencias de sexo-género, archivo y memoria desde una perspectiva comparada en textos culturales alemanes y argentinos recientes”. 

“Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá” dicen que afirmaba Joseph Goebbels, Ministro para la Ilustración Pública y la Propaganda durante la Alemania nazi de Adolfo Hitler. Algo de esto resuena en el “modus operandi” de la batalla cultural mileista. 

Lo visto para el CONICET se puede aplicar casi en idénticos términos para el caso de las universidades aunque con estas aparecen algunas particularidades. Un elemento central de la “denuncia” es el supuesto adoctrinamiento. Por ejemplo, también en la red social X, Milei ya siendo presidente, reposteando a una cuenta troll suya, expresó: “NO HAY ADOCTRINAMIENTO? A ver la cartita de los SALAMINES hipócritas y mentirosos que niegan adoctrinamiento y persecución pero que casualmente son enemigos de las ideas de la LIBERTAD. Hay diversidad sí, salvo que tengas la pésima idea de querer ser liberal…”.”. Este tipo de mensajes fueron y son repetidos constantemente tanto en los discursos del presidente Milei como en los de sus seguidores. 

Junto con la etiqueta de ámbitos adoctrinadores se encuentra la estigmatización de las universidades nacionales como nichos de la corrupción del “kirchnerismo” y de la Unión Cívica Radical. Incluso, en el día de la movilización del 23 de abril, Milei retuitió un posteo que hablaba de la marcha en estos términos: «Es una #marchapolitica de chorros, corruptos y vagos».

Realmente parece una tarea imposible dar cuenta de la caterva de opiniones estigmatizantes  contra el CONICET y las universidades expresadas desde el gobierno y voces cercanas. Sin embargo, cuanto hayan calado al presente en la subjetividad popular es una incógnita. En parte, esto sigue dependiendo de disputas que están en curso.

Trinchera de ideas y trinchera callejera

Hay una famosa frase de José Martí que reza: “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras”. En algunos casos, esto puede ser rigurosamente cierto. Sin embargo, en otro no. Frente a la gravedad, multidimensionalidad e intensidad de los ataques del gobierno nacional contra el CONICET y las universidades, tal vez sean necesarias establecer ambos tipos de trincheras e intentar combinarles de la manera más eficaz y creativa posible. 

Por un lado, en relación a la batalla cultural parece ser fundamental desarrollar “trincheras de ideas”. La educación pública es vista popularmente como una conquista de nuestra sociedad. Existe el imaginario que valora el anhelo igualador de Sarmiento y rescata la experiencia educativa como un amplio consenso social. Incluso, esto puede ser la base de porque se lograron sostener fuertes conflictos docentes como el de la “Carpa Blanca” frente al gobierno nacional de Menem.  Esta fue instalada frente al Congreso Nacional el 2 de abril de 1997 y se mantuvo hasta el 30 de diciembre de 1999 transformándose en un símbolo extraordinario de oposición a las políticas neoliberales de aquella “década infame”. El apoyo social con el que contó fue fundamental para poder sostenerla tantos meses. Más allá de la iniciativa particular, quedó evidenciado que el “guardapolvo” es visto como un emblema querido por las grandes mayorías populares. 

En Argentina, se fue construyendo enraizadamente en el pueblo un amplio consenso en favor de la educación pública. Este reconocimiento de situación es clave para comprender lo que se juega frente al ataque contra las universidades y las posibilidades de resistencia. 

Disputar el sentido común puede ser primordial, pero no alcanza. Quienes trabajamos en el ámbito de las universidades y de la ciencia y la técnica debemos reforzar con la práctica cotidiana esa idea de que la educación pública es un valor social en pos del bien común y que su defensa es la de los intereses de las grandes mayorías. Muchas investigaciones comprometidas son el vivo ejemplo de que apostar por el CONICET es un gesto de soberanía y de presente-futuro.   

En fin, la disputa de ideas es fundamental, pero no basta. También parece ser clave la “trinchera de piedras”, o sea la lucha corporal directa. En este sentido, y frente al riesgo cada vez más acechante de cierre o privatización, es válido (y se podría pensar que necesario) intentar desplegar el arsenal de múltiples acciones directas como paros, intervenciones mediáticas y/o en redes sociales y marchas. Por caso, la movilización por la educación del 23 de abril fue muy importante. A la sorpresa y emoción de quienes estuvimos se debe sumar el efecto general que causó incluso, sin haber obtenido aún una victoria inmediata en término de las reivindicaciones más concretas. Al día de hoy la situación presupuestaría sigue siendo de extrema alarma.    

La defensa del CONICET como la de las universidades puede estar generando un tejido de redes y organizaciones impensadas. Desde el CIN, la FUA y el Directorio del CONICET hasta gremios como ATE y ADIUC (en Córdoba), desde la mayor parte de los partidos políticos tradicionales como la UCR y el Partido Justicialista hasta agrupaciones estudiantiles de toda orientación parecen poder confluir en un entramado social extremadamente diverso y novedoso. Tal vez, en la disputa de la batalla cultural mileista se haya tocado una fibra popular sensible y un imaginario social-colectivo de raíz de cientos de años que podríamos reconocer como fundacional del país. Son tiempos complejos para la esperanza, pero hay gérmenes para la misma. No aparenta haber mucho tiempo, pero indudablemente la moneda está en el aire. Tanto en el ámbito de la investigación, como en el de la docencia y en el de la lucha social, este asunto también parece estar, por lo menos en cierto sentido, en nuestras manos.   

*Imagen de portada: enfantterrible

*Imágenes de la nota: La Tinta