Por Fernando Vanoli

Parece que el lugar de las vidas cuir en las películas es el drama trágico o el gozo trivial. Este año aparecieron en la cartelera de Mubi dos estrenos que optaron por el género del drama: Close (2022) y Winter Boy (2022). Tienen un ritmo semejante, pero cada una realiza recorridos divergentes y lo hacen de manera acertada. Ambas extienden el drama hasta el final, pero mientras Close nos arroja a la angustia, posiblemente Winter Boy nos saca una sonrisa. 

La primera la dirige Lukas Dhont, es de origen belga y narra una amistad entre dos chicos de 13 años. En apariencia es solo un vínculo afectuoso, y si algo más queremos imaginar, es una deriva indefinida. Sospechamos lo que no se dice: los gestos de afecto en la masculinidad no deberían definir el deseo sexual o identitario. La segunda la dirige Christophe Honoré y es de origen francés (el título original es Le lycéen que se traduce algo así como el estudiante, y el título en inglés como el chico del invierno). En este caso, la historia es sobre un chico no heterosexual de 17 años que afronta la muerte de su padre en pleno tránsito a la adultez y el descubrimiento sexual. 

Hay una escena que se repite en ambas películas y hace posible un diálogo entre ellas. Más que una escena, un gesto: el abrazo sutil de un chico que reclina su cabeza sobre el hombro de otro chico.

El comienzo de Close recrea situaciones que capturan el afecto entre Léo y Rémi, y el problema que eso implica para otros. Primero transcurre en unas solitarias vacaciones de verano, y luego en el ingreso a la escuela secundaria. Mientras ellos están solos o en un entorno cuidado el vínculo fluye sin problemas, cuando el entorno se abre y comienzan la escuela secundaria sus gestos son señalados. El tránsito entre la infancia y la adolescencia despoja a esta amistad de la ternura y los hace descubrir el rechazo y el enfrentamiento. El problema histórico de la aceptación social de las vidas cuir: la fantasía conservadora de que la demostración de afecto debe permanecer en el ámbito de lo privado. 

La película no pone el foco en el rechazo a la homosexualidad, más bien, se orienta hacia la problematización de las formas de afecto en la masculinidad, sobre todo cuando son expuestas. Pero tampoco se puede pasar por alto que el primer punto de quiebre en la trama se sitúa ante la pregunta de si ellos son novios. Ese diálogo es suficiente para reconocer que la película se involucra de manera explícita con la temática LGBTIQ+.

Lucas es el protagonista adolescente de Winter Boy, nos mira a los ojos y nos dice que no se reconoce; la película anuncia desde el principio que la identidad es el tema. La historia se desarrolla en tres momentos: la muerte del padre; un viaje a París; y la vuelta a su casa. La parte central transcurre durante el viaje, luego de la muerte de su padre, Lucas decide dejar temporalmente el colegio y transitar el duelo en París, donde vive su hermano; le confiesa una carga con la que no puede batallar: “a papá lo decepciono que fuera maricón, lo supo antes que yo”. 

El viaje es una fuga, la búsqueda de distracción se vuelve oportunidad. La aparición de un nuevo personaje le abre puertas para explorar dimensiones desconocidas de la sexualidad. Mientras tanto, la banda sonora canta: de nada sirve resguardarse del viento. Pero Lucas vuelve a su casa, al colegio, a la realidad, y un nuevo cuestionamiento estalla en silencio: ¿su padre se suicidó? Lucas piensa que si nadie dice la verdad es mejor callarse, literalmente, dejar de hablar. 

Los primeros 20 minutos de Close narran el vínculo afectuoso y sensible entre dos chicos. Al minuto 20 de Winter Boy, aparece la escena en la que un amigo de Lucas apoya su cabeza en él, a diferencia de Close, el cuadro cierra con un beso fugaz y el gesto aquí no se manifiesta como problema. Ambas están envueltas de ternura, pero también de angustia; el dolor como huella en las representaciones de las vidas cuir. Siempre hay otras maneras de relatar estas historias, siempre hay otras formas de elegir que contar de cada vida. Sin embargo, lejos de caer en una crítica disfuncional, en estos largometrajes el drama es efectivo. Tal vez porque es real, tal vez porque construyen con ética la narrativa de las imágenes. La muerte y el duelo son un dolor muy concreto, pero también una metáfora muy amplia. La muerte le sucede a otro, el duelo queda suspendido en el aire para los vivos y prefigura otras cosas. La muerte no se elige como desenlace, si no como fuga hacía otras incertezas.