*Por Facundo Rodríguez /Imágen de portada: Facundo Rodríguez

Para ciertos grupos de extrema derecha estadounidense, la leche de vaca se ha transformado en un símbolo de pureza racial, y, a partir de publicaciones científicas, estos sectores intentan argumentar sobre esta creencia.

Los estudios genéticos tienen cada vez más presencia en los medios de comunicación. Algunas de las noticias de estos temas están relacionadas con la recuperación de identidades o avances en el conocimiento de nuestro mapa genético, pero también encontramos otras que hablan del “gen del sueño” o el “gen viajero”. Estos últimos títulos pueden parecer livianos, divertidos o, simplemente, una jugada comercial para llegar a un público más amplio. Sin embargo, en algunos contextos, su impacto puede escalar hasta niveles impensados. Un ejemplo es el grupo de supremacistas blancos, cuya superioridad está basada en la ingesta de leche, y que encuentra argumentos en artículos que vinculan el consumo de leche vacuna al desarrollo o a la ventaja evolutiva de Europa.

Por otra parte, la dieta está profundamente ligada a la cultura y a la identidad. Algunos sabores nos hacen pensar en nuestras infancias o en los orígenes de nuestras familias. También, si conocemos algún lugar nuevo, nos ofrecerán alguna comida típica. Ahora, si nos vamos alejando de lo sentimental y nos acercamos a una mirada económica, el consumo de ciertos alimentos también es un indicador de clase, como lo es, mucho más aún, el no poder consumirlos. 

A lo largo de la historia de la humanidad, algunos pueblos incorporaron la leche, y particularmente la leche de vaca, como parte de su dieta. Esto sucedió, por ejemplo, en las regiones más frías de Europa. Y diferentes estudios genéticos han demostrado que estas sociedades hoy en día presentan un porcentaje mayor de personas con predisposición genética a tomar leche. Estos trabajos analizan la tolerancia a la lactosa, pero no muestran algún resultado que relacione la ingesta de leche vacuna como elemento exclusivo de ciertos rasgos raciales. 

En los últimos años, el movimiento de ‘Derecha Alternativa’ (alt-right, en inglés) estadounidense se ha consolidado como un conglomerado heterogéneo y amplio de grupos que comparten una visión de extrema derecha y nacionalismo blanco. Éstos amplifican sus voces en las redes sociales y cada vez tienen más resonancia tanto dentro de los Estados Unidos como fuera del país . 

Para algunos de estos sectores la palidez de la leche se vincula directamente con su color de piel, sus orígenes, su raza y sus valores. Además, relacionan la tolerancia a la lactosa con la masculinidad. Y si bien estos argumentos pueden parecer novedosos o raros, son muy similares a los esgrimidos durante la colonización y la expansión europea. En aquellos momentos, se asumía a quienes basaban sus dietas en maíz o arroz como menos masculinos e inferiores. Hoy, esas ideas siguen presentes en la sociedad estadounidense. A esto se suma que el consumo de ciertos alimentos basados en animales se instala muchas veces como una forma de demostrar el sentimiento anti inmigrante y, de ese modo,  potenciar el racismo alimentario.

Si es la primera vez que lo leemos, nos puede parecer un poco forzado el relacionar un sentimiento de superioridad con la tolerancia a la lactosa. Sin embargo, esto se ha presentado literalmente en revistas como The Economist o Nature. Desde un supuesto punto de vista económico, en un artículo publicado en The Econimist, se desarrolla la idea de que la habilidad para digerir la leche podría explicar cómo Europa se hizo rica. Y, con una mirada biologicista, en un trabajo científico de Nature, se afirma que la tolerancia a la lactosa es una ventaja evolutiva. Estos análisis, obviamente, no profundizan en cuestiones históricas, sociales ni culturales, tales como la expansión colonialista europea, que también podría fundamentar su riqueza, u omiten que otras sociedades basan su alimentación en leche de cabra, que tiene un contenido mucho menor de lactosa, por lo que no se necesita una gran tolerancia para poder consumirla.

Aunque no sea la intención principal, los argumentos esgrimidos en ciertas publicaciones científicas y en comunicados con titulares rimbombantes (que, a veces, desdibujan el trabajo real) son utilizados por estos grupos como fundamento de su discriminación. Estos supremacistas no sólo los usan en contra de otras personas que consideran que no tienen un origen europeo blanco como el suyo, sino que sus ataques apuntan también contra aquellos que deciden no consumir productos basados en animales. Inclusive, han acuñado el insulto ‘Chico soja’ (‘Soy Boy’, en inglés) para estigmatizar a jóvenes que consumen leche de soja o, en general, de origen vegetal y denostarlos por su supuesta falta de masculinidad que, desde sus creencias, es un valor en sí mismo y se obtendría exclusivamente del consumo de animales.

Si bien es difícil y apresurado afirmar que estas derechas alternativas surgen por la forma es que se hace comunicación en medios de ciertas temáticas y por la manipulación hacia ideas de derecha que estos realizan, se puede establecer, porque ellos mismos así lo demuestran, que estos medios les brindan argumentos científicos y académicos ya procesados para ser comunicados fácilmente y listos para lograr una amplia llegada a la sociedad.

Por un lado, la genética tiene un pasado oscuro al servicio del nazismo, con un gran desarrollo en pos de la discriminación racial. Por otro lado, muchos estudios indican que, cada vez más, el derecho a consumir productos basados en animales es un indicador de raza, género, clase y ciudadanía. Tal vez estos y otros aspectos deban empezar a ser tenidos en cuenta al comunicar estudios científicos relacionados con estos temas para evitar fundamentar discursos de odio a través de supuestas notas ligeras sobre estudios científicos.

*Facundo Rodríguez disfruta de comunicar cómo se construyen los saberes y particularmente aquellos que generan controversias. Realizó el Doctorado en Astronomía y la Especialización en Comunicación Pública de la Ciencia y Periodismo Científico. Actualmente se desempeña como investigador asistente del CONICET.