A un mes del derrame de ácido, el silencio de Livent “¡Ojalá se termine el Litio!”
Por Sofía Bensadon, Guadalupe Scotta y Débora Cerutti/ Para Enfant Terrible y Diciembre
“ya están instalados, que vamos a hacer, sabemos que son semejantes monstruos y nosotros no somos nada, pero sí somos dueños de los lugares, de los territorios”. Román Guitián, cacique de la comunidad Atacameños del Altiplano.
No se habla del derrame y estamos a 95 kilómetros del Salar del Hombre Muerto, territorio que hoy está siendo ocupado por las mineras de litio. Sólo circula una imagen de un camión volcado. Se rumorea que les trabajadores de Livent- Minera del Altiplano tienen sus celulares intervenidos. En la prensa nacional dicen que son 20 mil litros de ácido. El líquido viaja ¿Llegará bajo nuestros pies? En las aguas o entre las piedras de la puna eso viene andando, pero solo son hipótesis. Livent, la empresa responsable del desastre ambiental, no brinda entrevistas. El informe fue negado hasta a la Gendarmería Nacional, que minutos antes de que nosotras nos acercásemos a la oficina de la empresa, habían ido a pedir novedades.
Lo que se sabe, lo que no pudieron contener: Marcelo Murua, ministro de Minería de Catamarca, confirmó que el sábado 4 de febrero de 2023 volcó un camión de la empresa minera Livent. Estaba cargado de ácido y se derramó a 15 kilómetros de la mina. Un derrame de 20 mil litros destinados a la industria litífera. Aún desconocemos de qué ácido se trata y los efectos que produce.
Pasó ya un mes. Y no existe ni informe de la empresa, ni intervención del gobierno, ni investigaciones fehacientes que se puedan hacer. Livent sólo dijo que se activó el plan de acción de Respuesta de Emergencia de Fénix ¿Qué acciones tiene? No sabemos, un vecino de Antofagasta le pone palabras: el plan de acción es tapar, encubrir. Silencio y nombres genéricos, líquido y ácido filtrándose a las napas a más de 4 mil metros de altura. ¿De qué es el derrame? ¿Cuál es la superficie afectada? ¿Qué consecuencias tendrá?
Un paso por la Feria de la Puna
Entre el 14 y el 24 de febrero estuvimos en Antofagasta de la Sierra, el pueblo de paso obligado para todos los camiones de gran porte que trasladan sustancias e infraestructura para la minería litífiera que se desarrolla en el Salar del Hombre Muerto. El pueblo por el que pasó ese camión con 20 mil litros de ácido.
Los primeros días del viaje, nos hicimos presentes en la Feria de Puna, evento que va por su 32° edición y reúne personas de todos los poblados cercanos a Antofagasta que se dedican a la ganadería de llamas y pastoreo de ovejas, así como al hilado, al tejido, a las coplas y a la recolección de plantas. Es una feria de los pueblos que rodean el Salar y que hoy son nombrados como “zonas de influencia” de las empresas mineras. La feria estuvo divida en tres sectores: una galpón donde estuvieron artesanes, los corrales donde se desarrolló la exposición de ganado y una carpa blanca donde pusieron sus estands las mineras Allken, Livent, Galan Lithium, el Ministerio de Minería de Catamarca, y algunos emprendimientos productivos que son “apoyados” por las mineras.
Nos acercamos varias veces al puesto de Livent a intentar conversar: las mujeres allí presentes, pertenecientes al Área de Relaciones Comunitarias, nos dijeron que no tenían autorización para hablar. Mientras, la empresa empapela la feria con folletería que repite palabras claves como medio ambiente, sustentabilidad, conciencia y comunidad; “Aprovechamos la tecnología del litio para impulsar vidas y lograr un mundo más limpio, sano y sostenible”.
Las mineras y sobre todo Livent, estuvieron sosteniendo con merchandising el espacio de la gran feria: sombreros con los logos transnacionales chinos, australianos y estadounidenses, bolsitas, termos y CEOS. Fotos, muchas fotos con productores, llamas y ovejas. Palabras y sonrisas entre actores gubernamentales y representantes de las empresas. Allí presentes, entre otros: el intendente Julio Taritolay, que nos dejó esperándolo una hora para una entrevista en la Hostería Municipal diciendo “ya vuelvo”. El gobernador Raúl Jalil, que en su recorrido fugaz por la feria no dejó de degustar un Rutini en una carpa sombreada mientras el pueblo hacía cola para el locro bajo el sol. Dalmacio Mera, ministro de Inclusión Digital y Sistemas Productivos del Gobierno de Catamarca que se encargó de fotografiarse con cada uno de los puestos de artesanas y yuyeros.
Una fiesta en la que no se pronunció la palabra derrame. En esos días también inauguraron una plaza con una hilera de juegos y sigue trabajando una cuadrilla en el empedrado de Antofagasta de la Sierra. Hay carteles de la empresa Livent y de sus obras por todos lados bajo la figura de “fideicomisos mineros”. El estado es minero: al decir de William Sacher (2010), se trata de un Estado que “permite el enriquecimiento de las oligarquías poniendo al aparato estatal al servicio del comercio minero”.
Esta sed de los estados y carrera global por el litio, se escucha en las palabras de la jefa del Comando Sur de Estados Unidos, Laura Richardson: “¿Por qué es importante esta región? Con todos sus ricos recursos y elementos de tierras raras, está el triángulo de litio, que hoy en día es necesario para la tecnología. El 60 % del litio del mundo se encuentra en el triángulo de litio: Argentina, Bolivia, Chile”.
La fachada verde de la Livent se cae en el transcurso de sus “operaciones mineras”: consumen tanta agua que secan los afluentes y las vegas, como la del río Trapiche. Se cae, cuando trituran tierras ancestrales y sus desechos tóxicos se amontonan y terminan como alimento de las vicuñas. Se cae cuando hablan de energía renovable, de autos eléctricos que se encuentran a una distancia inimaginable de la Puna, cuando el gobierno nacional y la empresa firman acuerdos con automotrices como BMW para producir los autos para Europa. También se cae cuando vemos cómo la empresa fue multada por subfacturación en evasiones fiscales con cifras millonarias.
La pacha los escupirá
Elyzabeth Mamani es parte de la comunidad Atacameños del Altiplano y ante tanto silencio, ella habla. Una noche, un grupo de personas del gobierno provincial de Catamarca, se acercó a cenar al comedor “Suyay” que lleva adelante en Antofagasta junto a Patricia Reynoso, ambas parte de la comunidad. No pudo callarse cuando uno de ellos dijo que era más importante la minería que la ganadería y el turismo. Y ella empezó a nombrarles todas las consecuencias negativas que ha traído al pueblo la llegada de las mineras transnacionales. “Si la Pacha los come, seguro los escupe porque no los va a querer con ella”, le dice mirándolo a los ojos a uno de los ministros comensales presentes en la comitiva.
Entre el brillo, el dinero y los modos extractivistas, la defensa en territorios ancestrales, la resistencia es un gesto que muchas veces duele en el cuerpo. Para quienes llevan generaciones en el Salar, otra vez no hubo comunicaciones: “todos los siniestros, todos los accidentes, todo lo que pasa en la empresa Livent, nunca nos enteramos de nada o nos enteramos tarde y alguien que trabaje ahí, que nos enteremos a través de él, siempre corre en riesgo su laburo y de no pasar información a nosotros”, afirma Román Guitián, cacique de la comunidad Atacameños del Altiplano.
La extracción de litio acelera el tiempo y señalan que en este último año disminuyó el agua. Román Guitián junto a Gladys Carapachay que también es de la comunidad, afirman que el agua está llegando con mucho menos caudal a su casa del Salar del Hombre Muerto; la juntan en un pozo y deben retenerla. Buscarla. Ya no fluye. Tampoco la familia puede moverse por las tierras: “hay persecución, no podés circular por cualquier parte de nuestros caminos ancestrales “. Pero las empresas ya instaladas en el Salar, usan el camino que pasa por la Tumba del Hombre Muerto, atraviesan un espacio en el que se guardan y brotan las historias, allí se encuentra sepultado el abuelo de la familia. La memoria colectiva se ve amenazada.
Desde la comunidad detallan las presentaciones judiciales, denuncias, cartas, charlas, informes y este pasar por el cuerpo lo andado: “Es como que nosotros no existiríamos (…) No tenemos apoyo de nadie que nos respalde en lo que reclamamos ni de las autoridades del departamento, ni del gobernador. Te da bronca porque ellos hacen lo que quieren con nosotros. Nunca nos tienen en cuenta, nada. Nosotros no vamos a bajar los brazos, vamos a seguir porque hay una ley que nos ampara. Ojalá todo esto se frene algún día. Ojalá se termine el litio.”
Ojalá, el litio quede guardado en las entrañas de la tierra. Ojalá.
*Todas las fotografías fueron tomadas por las autoras de la nota, excepto la imagen del camión volcado, que es anónima y fue publicada por PUCARA, Pueblos Catamarqueños en Resistencia.