*Por Fernando Vanoli

Dos amantes deambulan por la calle. Coquetean, se pelean, llevan el cansancio y la satisfacción de un encuentro sexual. Los vemos a través de una toma continua sobre las calles desiertas de París a la madrugada. Hablan y se desafían. Superan su primer drama y corren sin llegar a ningún lado. Siguen conversando y desacuerdan. Están un poco despeinados, transpirados y vestidos como cualquier día. En algún momento se dijeron sus nombres, pero no fue al conocerse. Saben solo dos o tres datos sobre ellos.

«¿Qué querés saber?» aparece la curiosidad. El enojo, también el abrazo, y la histeria insoportable. Termina la noche de Theo y Hugo, exactamente a las 5:59 de la madrugada. Se hace de día, ahora está nublado y es un sábado frio. Las avenidas colapsadas de autos en Nottingham son un escenario menos idílico. Pero no importa, es un fin de semana solo para ellos. Glen busca a Russell por el trabajo, y éste lo sube a su bicicleta, sonríen mientras circulan costeando los autos y le aportan ternura al encuentro entre desconocidos. Salen a un boliche, buscan algo para comer. Usan el transporte público donde se cruzan las miradas y algún diálogo con otra gente. Aparece el departamento de soltero, de día, de noche, de madrugada.

Los primeros amantes son los protagonistas de “Théo y Hugo, París 05:59”, largometraje francés estrenado en el 2016 y dirigido por Olivier Ducastel y Jacques Martineau. Los segundos son los protagonistas de “Weekend”, película británica del año 2011, escrita y dirigida por Andrew Haigh. La virtud del cine aparece cuando se nos permite observar desde afuera la intimidad de la vida de otrxs. De eso que vemos también aprendemos, lo deseamos, o descartamos. Esa es la importancia de estas películas. Ambas ya tienen tono de clásicos del cine de varones gay, pero no tenemos por qué conocerlas; como siempre, al cine disidente hay que llegar por algún camino un poco más largo.

“Théo y Hugo, París 05:59” tiene un comienzo provocador, la película inicia con sexo explícito, los primeros 15 minutos nos hacen dudar de si lo que estamos viendo es una porno. Estas primeras escenas se desarrollan con calidad y un interesante acierto: romper con la trama lineal en la que un vínculo sexo afectivo concluye en el momento del acto sexual. En esta película lo único que hay antes del contacto corporal son solo algunas miradas. Otro logro es el modo en que el SIDA aparece como tema. Socialmente se ha ignorado sostenidamente el virus como problema, pero es un tema recurrente en el universo audiovisual queer. En este caso se presenta de manera asertiva: frontal, actual, pedagógica. El título refleja un manejo del tiempo que suma otro dato interesante: lo que sabemos de ellos es solo lo que sucede entre las 4:27 y las 5:59 de la madrugada, está filmada en tiempo real. 

“Weekend” también juega con el título y la temporalidad: narra un vínculo sexo afectivo de un fin de semana. Dos personalidades en apariencia contrapuestas se conocen en un bar, se emborrachan, bailan, se besan y duermen juntos en el departamento de uno de ellos. La escena de la mañana posterior sucede a los 15 minutos de la película y sostiene el resto de la trama en base a diálogos, enamoramiento, encuentros y desencuentros. En el caso de “Weekend” se hacen visibles problemáticas asociadas a los vínculos homosexuales, la constante necesidad de hacer explícitas cuestiones que en el universo heterosexual se dan por obvias, y las dificultades que eso implica para cada personaje.

No hay conexiones aparentes entre las películas, pero generan un ambiente que permite asociarlas, imaginar diferentes versiones de un mismo tema y reconocer cierto respeto y calidad de lo que proponen: ¿se proponen ser películas románticas?, ¿son películas de amor?

Solo conocemos lo romántico a través de las historias heteronormativas, donde el amor se encuentra asociado a la idealización de un único tipo de vínculo, con matrimonio y para toda la vida. Brigitte Vasallo propone no ver lo romántico en esos gestos de cuidado y cursis que nos hacen la vida más bonita. Más bien, invita a pensar lo romántico en aquello que nos lleva a idealizar las relaciones, a las que llama «amores Disney». Estos amores solo revelan virtudes y esconden defectos.

Los amores Disney son los que plagaron las historias de amor en el cine, inclusive un sinfín de historias LGBTIQ+ que reproducen fielmente los patrones heteronormativos. Pero hay otro cine queer independiente que deja atrás el amor romántico para narrar tramas que proponen otros tipos de vínculos. Pero también es difícil imaginar este cine queer por fuera del género romántico: hay en estas películas argumentos y personajes que todo el tiempo coquetean con el amor. Entonces ¿qué sucede con el relato romántico de las películas gay o LGBTIQ+?

El amor romántico es un lugar a donde no hay que volver, pero también está permitido abandonar por un rato la moral superadora de “vínculos sexo-afectivos”. Llamemos amor a estos encuentros entre varones que no parten de un deseo esencialista y trazan un camino indeterminado. Porque si existe algo gozoso en el romanticismo, ha sido siempre un privilegio heterosexual. Estas películas no tratan de relaciones efímeras o solo sexo casual, y tampoco son una certeza de vínculos que se sostienen en el tiempo, aferradas al casamiento como opción inevitable. Hay cursilería, histeria y gestos que podrían ser amor Disney, sin embargo no suponen idealizar vínculos desde el patrón tradicional o, al menos, dan cuenta de que un relato romántico homosexual no puede contarse desde el romanticismo heterosexual. Acaso sean las problemáticas recurrentes como el potencial contagio de HIV o la discriminación que aparecen como un cotidiano en estas vidas, o modos menos heteronormados de vincularse, el cine queer construye su propio recorrido en el género del amor.

*Fernando Vanoli es Arquitecto y Doctor en Estudios Sociales de América Latina por la Universidad Nacional de Córdoba. Docente, investigador, y becario postdoctoral de CONICET.