*Por Facundo Rodríguez

En los comienzos de la búsqueda por la identidad los análisis de sangre no contemplaban los lazos y marcadores de parentesco de otros familiares, como el de las abuelas, fue allí que las Abuelas de Plaza de Mayo iniciaron y acudieron  a  la comunidad científica  para  desarrollar el “índice de abuelidad”

Hoy en día, cuando se restituye una identidad hay, en general, una prueba genética que la respalda. Son esas pruebas las que les dan una especie de aval científico u objetivo a las identidades restituidas. Sin embargo, lo que a veces no se conoce es que hay una gran cantidad de historias que contribuyeron a que esto suceda. Una de ellas fue protagonizada por las Abuelas de Plaza de Mayo.

A mediados de la década de 1970, ya estaban disponibles algunos análisis para pruebas de maternidad o paternidad. Sin embargo, no eran tan conocidos como lo son hoy en día, y todavía eran escasos en la Argentina. En nuestro país, en ese momento se llevaba adelante la apropiación de bebés por parte de la última dictadura cívico militar. Quienes robaban la identidad de esas infancias creían que podrían borrar todo los vínculos con su historia; pero no contaban con la tenacidad de los familiares y, en particular, de sus abuelas, quienes recurrirían a todo aquello que pudiera colaborar en la restitución de esas infancias.

Cuando las Abuelas de Plaza de Mayo comienzan la búsqueda de la nietada, uno de los mayores problemas a los que se enfrentaban era el de poder probar que realmente eran sus abuelas. Las pruebas sólo estaban destinadas a establecer vínculos con progenitores que, en muchos casos, estaban ‘desaparecidos’. Una pregunta que se plantearon fue si podría hacerse un análisis similar a los existentes para determinar el vínculo entre estas infancias y ellas. Con la insistencia que las caracteriza, decidieron recurrir a especialistas en genética de diferentes países. Durante varios meses, recorrieron el mundo y las respuestas eran negativas: no existía un análisis con las características que ellas necesitaban. Lejos de darse por vencidas, la pregunta se convirtió en una demanda hacia la ciencia.

Como parte del plan sistemático de la última dictadura, también se atacó a las Universidades y a los centros de investigación. Esto generó que muchas personas que trabajaban allí debieran exiliarse a otros países y buscar nuevos horizontes para sus investigaciones. La búsqueda de “Abuelas” y de la red de contactos llevaron a Estela de Carlotto y a María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani a reunirse en 1982 con Victor Penchaszadeh, un genetista argentino que se encontraba exiliado en Estados Unidos y trabajaba en la Universidad Cornell en Nueva York. Él fue uno de los primeros en creer que era posible desarrollar un análisis con las características de lo que necesitaba las abuelas: de la misma manera en que se podían establecer lazos de paternidad o maternidad usando algunos marcadores genéticos que sólo son similares si se dan esos parentescos,  debería poderse establecer el índice de ‘abuelidad’. 

Las abuelas junto a Victor Penchaszadeh se reunieron con Fred Allen, quien era director del Banco de Sangre de Nueva York (New York Blood Center), y Allen estuvo de acuerdo en que debía ser posible desarrollar el tipo de análisis que ellas estaban solicitando. También, se vincularon  con la profesora de genética y epidemiología en la Universidad de California (Berkeley) Mary-Claire Kin. Dado que el problema era fundamentalmente estadístico,Mary-Claire King era la persona indicada. Hacía sólo unos diez años que ella había revolucionado la biología evolucionista demostrando que los chimpancés y los seres humanos eran genéticamente casi idénticos. Empatizando con la lucha y la búsqueda de las abuelas, ella aceptó el desafío de trabajar conjuntamente con su equipo en las fórmulas estadísticas para el análisis.

Luego de un minucioso trabajo, un año más tarde les informaron a las abuelas que habían podido generar un índice en el que, usando su material genético, podrían probar el lazo de parentesco con la nietada. Este logro científico sería publicado en la prestigiosa revista estadounidense de medicina y patología forense (The American Journal of Forensic Medicine and Pathology) en un artículo denominado La genética humana y los derechos humanos: La identificación de las familias de los niñxs secuestrados. Éste era un gran avance porque permitiría ampliar los análisis que se venían realizando e ir más allá de los lazos de maternidad o paternidad a los de otros familiares. 

Mary Claire King junto con las abuelas Nélida Navajas y Estela de Carlotto.Fuente: Archivo de Abuelas de Plaza de Mayo. Fecha: 10/08/1983

Dada la importancia de este avance científico, se incluyó también en el simposio anual de Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS, por sus siglas en inglés) en el que se presentó el índice impulsado por abuelas y denominado, por lo tanto, “índice de abuelidad”. Además de las abuelas, invitadas especiales al evento, participaron especialistas en Genética y Antropología Forense de todo el mundo, y esta reunión científica avaló el descubrimiento.

Las abuelas, entonces, contaban con una nueva herramienta. Sin embargo, también debieron buscar un lugar para que esos análisis se lleven a cabo. Éste debía cumplir no sólo con los requisitos científicos sino que, además, se debía confiar en su imparcialidad. Es así como decidieron que estos estudios se lleven a cabo en el Laboratorio de Inmunología del Hospital Durand. 

En 1984, por primera vez se implementaron esos análisis genéticos en la restitución de la identidad de Paula Eva Logares, la nieta de Elsa Pavón de Aguilar y primera nieta en recuperar su historia. El aporte que la genética en esta y las sucesivas restituciones marcó uno de los primeros episodios en los que la ciencia fue fundamental en el avance de los Derechos Humanos. Y puede afirmarse, sin dudas, que esto se logró gracias a las Abuelas de Plaza de Mayo. La Genética se transformó en una aliada al servicio de los Derechos Humanos y estos análisis se siguen mejorando y se han utilizado y utilizan para restituir identidades a lo largo de todo el globo.

*Facundo Rodriguez disfruta de comunicar cómo se contruyen los saberes y particularmente aquellos que generan controversias. Realizó el Doctorado en Astronomía y la Especialización en Comunicación Pública de la Ciencia y Periodismo Científico. Actualmente se desempeña como investigador asistente del CONICET.